Hola, opositores y opositoras con vocación! 👩🏫👨🏫
En esta entrada de blog, os compartimos un ejemplo bien desarrollado y detallado de INTRODUCCIÓN para el Tema 1 del temario oficial de las Oposiciones de Educación Infantil. Sabemos lo importante que es contar con materiales de calidad, actualizados y bien estructurados, que os ayuden a preparar cada tema con seguridad y profundidad. Por eso, este ejemplo no es solo un resumen: está redactado con un enfoque académico, pedagógico y estratégico, pensado para que podáis comprender, memorizar y defender el tema ante el tribunal con claridad y confianza. Tanto si estás empezando como si ya llevas meses de preparación, este desarrollo te servirá como guía para organizar tus ideas, reforzar contenidos clave y entender cómo enlazar teoría, normativa y práctica docente en tu exposición.📝 ¡Coge papel y boli, abre tu mente y prepárate para conquistar el Tema 1 como un auténtico/a profesional de la Educación Infantil!💡 Y recuerda: estudiar no es solo memorizar, es también inspirarse. ¡Vamos a por ello!
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Sin más preámbulos pasamos a la introducción.
INTRODUCCIÓN
“Las huellas de la infancia son las más profundas. No solo marcan el cuerpo, sino que configuran la forma en que se piensa, se siente y se ama” (A. Schore, 2019).
En el intervalo que va del nacimiento a los seis años, el ser humano atraviesa una metamorfosis asombrosa: de la total dependencia fisiológica al inicio de una autonomía cada vez más compleja, de la indistinción emocional a la construcción de una identidad personal y social. Este período no es una etapa previa, sino la etapa fundacional por excelencia, donde se forjan los pilares del desarrollo físico, cognitivo, emocional, lingüístico y social. Por eso, como docentes, entender lo que sucede entre los 0 y los 6 años es esencial para educar con sentido, coherencia y compromiso.
Durante estos primeros seis años, el niño y la niña manifiestan un crecimiento vertiginoso: desde el control postural, la coordinación óculo-manual y la locomoción, hasta el pensamiento simbólico, la adquisición del lenguaje, la regulación emocional y la formación del yo. Cada dimensión del desarrollo está en continuo diálogo con las demás, y cada logro —por pequeño que parezca— es una conquista que expresa la compleja interacción entre lo biológico, lo relacional y lo ambiental. En este contexto, fenómenos como la aparición del lenguaje hacia los 2 años, el juego simbólico a partir de los 3, la estructuración del pensamiento preoperatorio descrita por Piaget entre los 4 y los 6 años, o la consolidación de la imagen corporal y el desarrollo de la empatía, se convierten en hitos clave de observación e intervención educativa.
Este tema es esencial para nosotros como maestros y maestras de Educación Infantil porque constituye la base sobre la que se construye toda intervención pedagógica consciente y respetuosa. Conocer en profundidad el desarrollo global del niño y la niña de 0 a 6 años —en sus dimensiones física, cognitiva, afectiva, social y lingüística— nos permite entender sus necesidades reales, anticipar dificultades, diseñar propuestas ajustadas y acompañar sus procesos de forma individualizada. Solo desde este conocimiento podemos observar con intención educativa, crear vínculos seguros, y adaptar el entorno, los tiempos y los materiales para que cada niño y niña despliegue su potencial. Además, nos ayuda a reconocer el papel insustituible del adulto como figura de apego, guía emocional y mediador del aprendizaje. Dominar este tema no solo es clave para superar la oposición, sino para ejercer una docencia verdaderamente comprometida, centrada en el respeto profundo a los ritmos, intereses y capacidades de la infancia.
El RD 95/2022, que regula la etapa de Educación Infantil, concibe este periodo como un tiempo educativo en sí mismo, y no solo como preparación para etapas posteriores. Su enfoque promueve un desarrollo integral en un marco de equidad, bienestar emocional, juego, afecto, experimentación, y respeto a los ritmos individuales. Esta visión se alinea con el principio de inclusión de la LOMLOE y con estrategias como el Diseño Universal para el Aprendizaje (DUA), que favorecen el acceso, la participación y el progreso de todos los niños y niñas, sin excepción. No se trata solo de enseñar, sino de generar condiciones para que cada niño despliegue su potencial en un entorno rico, cálido y significativo.
Desde una perspectiva psicopedagógica, autores como Henri Wallon nos ayudan a comprender la evolución del niño a partir de la interacción entre lo emocional y lo motor, siendo la emoción la puerta de entrada a la acción y al pensamiento. Lev Vygotsky profundiza en el papel del entorno social, subrayando la mediación adulta y el lenguaje como herramientas fundamentales para el desarrollo de las funciones mentales superiores. Donald Winnicott, desde la psicoanálisis, destaca la importancia de un entorno suficientemente bueno que permita al niño desarrollar un self auténtico, y Margaret Mahler nos habla de los procesos de separación e individuación que permiten construir una identidad diferenciada. Junto a ellos, María Montessori nos recuerda que “la infancia no es preparación para la vida: es vida misma”, y que el adulto debe ser un guía que acompaña sin invadir, que observa sin imponer, y que respeta sin condicionar.
Este enfoque global e interdisciplinar nos permite abordar este tema con rigor y sensibilidad. A lo largo del desarrollo, analizaremos en primer lugar las características generales del niño y la niña hasta los seis años, comprendiendo cómo se manifiestan en las distintas áreas del desarrollo. A continuación, profundizaremos en las etapas evolutivas y sus momentos más significativos, entendidas no como escalones cerrados, sino como procesos abiertos y dinámicos. Nos detendremos después en el primer año de vida, etapa crucial en la que emergen el apego, el vínculo, el cuerpo y la comunicación prelingüística. Por último, reflexionaremos sobre el papel insustituible del adulto: su presencia afectiva, su capacidad de escucha, su función de espejo y su papel como mediador entre el niño y el mundo.
Educar de 0 a 6 años no es una tarea menor ni una simple antesala de aprendizajes posteriores: es una responsabilidad profunda y transformadora, porque en esa etapa se siembran las raíces del pensamiento, la autoestima, la creatividad y la forma en que un niño se relacionará con el mundo para siempre. Cada mirada, cada palabra, cada experiencia vivida en estos primeros años deja una huella indeleble en su desarrollo. Por eso, como docentes, debemos asumir que no solo enseñamos contenidos, sino que acompañamos vidas en su momento más vulnerable y poderoso. En definitiva, educar en la infancia es dejar una huella que el tiempo no borra, sino que multiplica.
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